viernes, 23 de noviembre de 2012

Comer sola, casi pero no

Como soy un poco idiota, soy la única erasmus (que conozco) que va a clase (al menos con una frecuencia alta, que tampoco hay que generalizar, que a veces algún otro se equivoca y se pasa por el aula), a veces me cuesta sudor y esfuerzo encontrar alguien con quien comer. Porque claro, yo estoy en clase, con un montón de gente que no conozco y con la que a lo mejor sólo comparto una asignatura, y todos mis amigos erasmus están durmiendo o mal-llevando la resaca (y mis otros amigos no erasmus están en sus facultades "a-tomar-por-culo" o comen a una hora que es insultantemente temprana para cualquier español), y eso, que a veces, me cuesta mucho encontrar alguien con quien andar a la mensa a la hora de comer.

Hoy no he encontrado a nadie y yo, con carita de pena, me he dirigido hacia la mensa más cercana, he hecho la cola, he cogido el almuerzo y, con la misma carita de pena y sintiéndome como la chica fea en el baile de graduación de alguna americanada de peli,  he ido a sentarme en el primer sitio que he visto libre... al lado del chico "simpático" que me tira los tejos en los T.P. (actividades teórico-prácticas) de SMC1 (una asignatura súper divertida en algún universo paralelo) y sus amigos, y mi plan de "comer-súper-rápido-para-que-nadie-se-dé-cuenta-de-que-estoy-sola-y-salir-cagando-leches-hacia-casa" se vio un poco frustrado y en su lugar me vi con dos horas y media de conversación, un mogollón de risas y una invitación al postre.

Que nada, que el destino no quiere que me sienta como una marginada ni siquiera sin querer. Y que por mí va bien.

Un bacio a tutti!

Mensa San Francesco

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